La Cruz de Morrigan by Nora Roberts

La Cruz de Morrigan by Nora Roberts

autor:Nora Roberts [Roberts, Nora]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2006-08-29T04:00:00+00:00


12

Glenna, buscando un poco de soledad y algo en que ocuparse, se sirvió una copa de vino, sacó un cuaderno de notas y un lápiz y se sentó a la mesa de la cocina.

Una hora de tranquilidad, pensó, para serenarse y confeccionar algunas listas. Luego, quizá, dormiría un rato.

Cuando oyó que alguien se acercaba se irguió en la silla. ¿En una casa tan grande no podían encontrar otro lugar adonde ir?

King entró en la cocina y se quedó de pie junto a ella, cambiando el peso del cuerpo de una pierna a otra y con las manos hundidas en los bolsillos.

—¿Sí? —dijo Glenna.

—Esto… siento haberle partido la cara a Hoyt.

—Es su cara, creo que deberías disculparte con él.

—Los dos sabemos dónde estamos. Sólo quería dejar las cosas claras contigo.

Al ver que ella no decía nada, King se rascó la coronilla a través de su espesa pelambrera, y si un hombre de casi dos metros y ciento treinta kilos era capaz de retorcerse, King lo hizo.

—Escucha, subo a la torre y me encuentro con esa explosión de luz, y él está tendido en el suelo, sangrando y ardiendo. Ese tío es mi primer hechicero —continuó King después de hacer otra pausa—. Hace sólo una semana que lo conozco. A Cian lo conozco desde… hace mucho tiempo, y le debo mucho.

—De modo que cuando encontraste a Cian herido, supusiste, naturalmente, que su hermano había intentado matarlo.

—Sí. E imaginé que tú también habías participado en ello, pero a ti no podía molerte a palos.

—Aprecio tu caballerosidad.

El aguijón de su voz hizo que King diera un respingo.

—No cabe duda de que sabes cómo cortar en seco a un tío.

—Para cortarte a ti, yo cogería una motosierra. Oh, deja de mostrarte tan apenado y culpable. —Glenna se apartó el pelo con un suspiro de fastidio—. Nosotros la cagamos, tú la cagaste y todos estamos jodidamente apenados por lo que pasó. Supongo que ahora quieres un poco de vino. ¿Quizá una galletita?

King no tuvo más remedio que sonreír.

—Tomaré una cerveza. —Abrió la nevera y cogió una botella—. Paso de la galletita. Eres una pateaculos, pelirroja. Una cualidad que admiro en una mujer, aunque sea mi culo el que recibe la bota.

—Nunca he sido así. Creo que no.

La chica era guapa aunque estaba pálida; debía de estar agotada. Él la había hecho trabajar, a todos ellos, duramente esa tarde, y por la noche, Cian los había terminado de exprimir.

Por supuesto, ella se había quejado un poco, pensó King. Pero no tanto como él había esperado. Y cuando pensaba en ello, Hoyt tenía razón: la pelirroja había sido la única que había sabido explicar qué coño estaban haciendo allí.

—Ese asunto del que ha hablado Hoyt, lo que tú dijiste, tiene mucho sentido. Si no nos ponemos las pilas, estamos perdidos. —Levantó la botella de cerveza y bebió la mitad de su contenido de un largo trago—. De modo que yo lo haré si tú lo haces.

Glenna miró la enorme mano que King le tendía y luego colocó la suya en ella.



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